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Eso es lo que hará mañana el colectivo Deboulonneurs en la ciudad de Arras, al norte de Francia, más exactamente en la calle Copernic a las 11 de la mañana. Es la metodología habitual del colectivo, nacido en París en 2005 y hoy extendido a varias ciudades del país. Sus acciones son pequeñas manifestaciones, convocadas pública y abiertamente a través de internet, en las que la gente cubre las vallas publicitarias con papel o plástico, o escribe sobre ellas con aerosoles.

El grupo defiende sus intervenciones como actos de autodefensa y de desobediencia civil, y no ofrecen resistencia cuando son detenidos por la policía. Su actividad no se limita a la protesta: proponen y exigen cambios concretos en las leyes que regulan la publicidad exterior. Como detalla su manifiesto, entre otras limitaciones, los anuncios no deberían nunca ser retroiluminados, y su tamaño máximo no debería exceder los 50 × 70 cm.

Los activistas del colectivo no responden al perfil arquetípico. Son gente de toda edad y condición, con amplia presencia de varones de mediana edad muy correctamente vestidos. Esto no es raro en Francia, un país fuertemente concienciado acerca del problema de la normalización de la publicidad exterior. Deboulonneurs es, de hecho, uno más en una larga lista de colectivos anti-publicitarios franceses.

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