Hace ya unos años, cuando aún vivía en Madrid, recibí una llamada de un colega de la escena del arte urbano: “¿Qué tal? Mira, es que está por aquí un artista, que es amigo de un amigo, y el tío es de Nueva Zelanda, y está en Madrid unos días y me ha preguntado si podría encontrarle un sitio donde pintarse un muro guapo. ¿Tú sabes si en La Tabacalera o en Esta Es Una Plaza podría pintar? El tío se lo curra mucho y tal.”
No sé qué respondí, pero nunca he olvidado la conversación. Me pareció muy triste. Qué tiempos aquellos, pensaba luego, cuando te enterabas de la visita de un artista extranjero porque te encontrabas su trabajo por la calle en sitios insospechados. Cuando era el visitante el que te enseñaba tu ciudad a ti. ¿Ahora ser artista urbano consiste en eso? ¿En tirar de contactos y esperar a que te consigan turno en un parque temático del arte urbano?
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