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Fotógrafos de los grafitos infantiles

Javier Abarca, 7 de noviembre de 2008

La cultura contemporánea del graffiti tiene diversas raíces, pero la más directa es sin duda la tradición de los grafitos infantiles, las inofensivas inscripciones que, desde siempre, han hecho los niños en las paredes públicas. Varios fotógrafos del siglo veinte trabajaron en la documentación de este tipo de inscripciones, entre ellos Brassaï.

El artista húngaro afincado en Francia Brassaï (1899-1984) dedicó años a la fotografía de grafitos en los callejones de los barrios obreros de París desde principios de la década de 1930. Brassaï sostenía que, después de viajar por capitales de todo el globo, había observado que los grafitos parisinos era más ricos. La colección de imágenes, admirada por Picasso y otros influyentes amigos del fotógrafo, fue exhibida en el Moma de Nueva York en los cincuenta y se publicó en un volumen monográfico en 1993.

La colección va a ser exhibida a partir del próximo día 20 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, coincidiendo con la pequeña muestra de Dubuffet –un artista que se inspiró ampliamente en este tipo de grafitos– que está ahora expuesta. Las fotografías de Brassaï retratan sobre todo dibujos grabados en la pared con objetos punzantes, y explotan el dramatismo de las texturas mediante primeros planos y luces picadas buscadas por el fotógrafo durante horas de espera.

La neoyorquina Helen Levitt (1913) fotografió la cultura infantil callejera de su ciudad entre 1938 y 1948. Muchas instantáneas registran inscripciones con tiza, y se publicaron en el libro In the street de 1987. El británico Roger Mayne (1929) hizo lo mismo con la de Notting Hill, Londres, durante la década de los cincuenta. Estas imágenes retratan una época casi extinta, anterior a la aparición de televisores y videojuegos, cuando los niños de los barrios obreros pasaban horas jugando desatendidos en la calle. De esta realidad surgió la llamada cultura infantil callejera, compuesta por tradiciones pasadas de boca en boca a través de las sucesivas generaciones de niños: vocabulario, juegos, canciones, conceptos como la guarida o el club secreto, leyendas acerca de personas o lugares de la zona, y los grafitos infantiles.

Podemos considerar este acervo una de las raíces de las culturas juveniles aparecidas a partir de los cincuenta, el hilo representado ahora por, entre otras muchas, el graffiti y el arte urbano. Esto es sin duda cierto en el caso de los grafitos infantiles, que fueron como decimos el germen del graffiti moderno. La más esencial diferencia entre estos se encuentra en los materiales: la aparición del aerosol y de los rotuladores permanentes significó la revolución tecnológica que hizo posible la explosión del graffiti neoyorquino. Los grafitos infantiles siguen presentes pero son poco visibles en las ciudades, a causa de la presencia del graffiti moderno. Es posible encontrar ejemplos sobre todo en pueblos y en muros especialmente recónditos de los barrios.

Pero Brasaï se sentía atraído no solo por los dibujos sino sobre todo por la evolución de estos: la manera en que se superponen, degradan, e integran con la pared en una textura transformada por los elementos durante décadas. En las ciudades modernas es muy difícil encontrar paredes que ofrezcan estos valores. Muchas superficies son nuevas, y casi todas las demás han sido borradas o repintadas recientemente, cuando no están cubiertas de pintura en aerosol.