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El arte de borrar graffiti

Javier Abarca, 10 de junio de 2008

En los últimos años se ha oido hablar a menudo de la escritura o dibujo mediante la limpieza selectiva de las paredes con agua a presión, el llamado reverse graffiti. Pero existe otro fenómeno relacionado con las paredes y su limpieza que, aunque pasa más desapercibido a los medios, tiene mayor peso social: se trata de las manchas grises que surgen cuando los servicios municipales repintan parcialmente las paredes para hacer desaparecer las pintadas.

Como no podía ser de otra manera existe una pequeña cultura global, conectada a través de internet, de apreciación de cualidades estéticas en este tipo de intervenciones. En el grupo de Flickr The secret art of graffiti removal (El arte secreto del borrado de graffiti) se reúnen ya más de mil quinientas imágenes de este tipo de intervenciones. Se ha propuesto también un proyecto de recopilación de imágenes para la publicación de un libro. Y es que aún siendo el resultado de una acción puramente utilitaria, en estas manchas grises se encuentran no sólo valores plásticos, sino sobre todo paradojas inesperadamente estimulantes.

Por un lado, el limpiador ha de tomar decisiones cromáticas, aunque las opciones sean limitadas. Entra dentro de su criterio esforzarse más o menos en imitar el tono original de la pared. Por otro ha de tomar decisiones formales en cuanto a la ubicación y forma de las manchas. Si la ubicación está determinada por la pintada que se quiera borrar, la forma no lo está tanto, y va desde el simple rectángulo hasta la mancha irregular que sigue el contorno de la pintada.

De modo que las composiciones resultantes no son tan aleatorias como se pudiera pensar. Son el resultado de una verdadera colaboración en la que se funden los criterios y voluntades de pintor y limpiador. Incluso cabría defender la teoría de que el limpiador está trabajando para el pintor, siguiendo sus instrucciones para la consecución de una obra final.

En cualquier caso, es imposible evitar que todo esto suscite cuestiones acerca del fin último del borrado de pintadas, hasta qué punto entran en juego dos voluntades diferentes: el deseo de mantener las paredes lisas y el de acallar voces independientes.

El buque insignia y origen de la cultura de apreciación del borrado de graffiti es el excelente documental corto de 2001 The subconscious art of graffiti removal, del director de Portland Matt McCormick. Se trata de una hilarante parodia que caricaturiza el lenguaje del arte culto y lo utiliza para analizar lo que el autor llama “el arte inconsciente del borrado de graffiti”. Examina y clasifica los diferentes tipos de manchas, traza paralelismos con Rothko o Malevich, y sobre todo nos abre los ojos al potencial de un fenómeno tan ubicuo como inadvertido.

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