Política y comercialización en la escena del graffiti

¿Es el graffiti realmente político?

El mito del graffiti contemporáneo como acto revolucionario se ha dado por supuesto desde que en 1973 apareciera el histórico “Kool Killer” de Boudrillard. Y es cierto que, al intervenir en lo público, el graffiti hace política. Pero tal idea sería recibida con bostezos en cualquier reunión de escritores de graffiti.

El graffiti contemporáneo es un juego de competición, tan apolítico como el skate o el parkour. No es casualidad que los mensajes políticos hayan sido siempre tan raros en esta forma de graffiti. Aunque el graffiti encaje en la idea situacionista del “détournement”, la sociedad lo “recupera” y lo convierte en “espectáculo” con facilidad.

Lejos de enfrentar el sistema capitalista, el graffiti comparte con él aspectos tan centrales como la conquista, la acumulación, el todos-contra-todos y el culto al ego, y requiere enormes cantidades de productos industriales de usar y tirar. Esta video-clase plantea una crítica de esta problemática, ausente en los textos sobre graffiti hasta que fuera señalada en 2007 por el checo Vaclav Magid.

Cómo Montana cambió el graffiti

La escena del graffiti es, en general, conservadora e inmovilista. Las reglas que rigen el juego, establecidas en los 70, se mantuvieron inmutables durante casi 20 años. Los únicos cambios fundamentales en la práctica del graffiti han sido consecuencia de su proceso de comercialización interna, marcado por la aparición de los aerosoles especializados y los medios de comunicación especializados.

La regla más importante que ha pasado al olvido es la obligación de hurtar los materiales. El cambio fue desencadenado por la aparición en 1994 de la pintura especializada Montana. Sus aerosoles eran demasiado efectivos para no usarlos, eran baratos y se vendían en tiendas en las que el hurto era imposible. De modo que, para sorpresa de muchos, comprarlos se convirtió en seguida en norma.

Cómo internet cambió el graffiti

Los medios especializados –fotografía, revistas, videos e internet– han sido el otro gran frente que ha causado cambios radicales en la práctica del graffiti. Si un adolescente de los 70 solo sabía de graffiti lo que su mentor en la cultura le enseñaba, hoy internet sirve de atajo, accesible pero a menudo incompleto. Si solo podía inspirarse en lo que alcanzaba a distinguir al pasar los trenes, hoy es fácil estudiar con detalle imágenes de todo el mundo.

Los estilos locales que caracterizaban a países, ciudades y barrios se han homogeneizado. Han surgido comportamientos inauditos, como la agresividad contra los guardias de seguridad, inseparable de su registro en video.

La documentación del graffiti y su ejecución es hoy un fin en sí mismo: las sagas de videos son centrales en la escena, y la “fotografía de acción” se ha convertido en todo un género. El graffiti ha llegado a convertirse en la excusa para piezas de video como la anónima “Love and Security” (2012) o “Limitless” (2013) de Sofles y Selina Miles.

Un documento único

El graffiti ha cambiado profundamente en los últimos 30 años, pero no existen estudios que analicen al completo esta transformación e identifiquen sus causas. Tampoco el mito del graffiti como acto político ha sido aún examinado apenas.

Esta video-clase llena ese vacío. El profesor Javier Abarca ha presenciado en primera línea la evolución del graffiti desde mediados de los 80, y es conocido por sus incisivas críticas de la cultura. La clase incluye una selección de videos que han marcado momentos clave en esta evolución del graffiti.